Por Pegaso
Se ha popularizado un grito de la hinchada mexicana en los partidos donde participa la Selección Nacional.
Cuando el portero contrario hace un saque, muchas gargantas se unen en coro para gritar: «¡Putoooooo».
Volando yo por el espacio aéreo de Reynosa me encuentro con una nota periodística que menciona las continuas sanciones a que se ha hecho acreedora la Federación Mexicana de Futbol precisamente por la eufórica manifestación de los aficionados aztecas, especialmente en partidos internacionales de la selección.
Algo que es completamente normal para los que vivimos en este sui géneris y pluscuamperfecto territorio que llamamos patria, es interpretado por las altas autoridades de la FIFA como una expresión homofóbica.
De acuerdo con algunas versiones, desde hace más de dos décadas la «perra brava» de las Chivas del Guadalajara ya tenían como costumbre gritar de ese modo a los jugadores contrarios con el fin de demostrar su apego al equipo propio y, ¿por qué no? distraer al rival.
La primera vez que ocurrió en un partido internacional fue cuando la Selección jugó contra su similar de Estados Unidos, ahí mismo, en la Perla Tapatía, en el 2004.
Diez años después, en el 2014, la FIFA aplicó la primera sanción a la Federación Mexicana por el exhabrupto de su afición, y a partir de ahí ha sido tema recurrente.
En el partido de ayer contra Honduras, en el estadio Azteca, las autoridades pidieron a la raza mediante altavoces que se abstuvieran de gritarle «¡Putoooo!» al portero rival, pero les entró por un oido y les salió por el otro.
Así, en cada despeje, la palabreja se escuchaba en el estadio entero.
Es como cuando en la plaza de toros el mataor hace una buena faena y en cada lance los asistentes dicen: «¡Oleeee!»
Si bien se presta a malas interpretaciones porque los de afuera no conocen nuestra idiosincracia, la palabra puto es utilizada por los broza mexicana en casi cualquier ámbito y en toda ocasión.
Sencillamente no pueden quitarnos algo que es parte de nosotros. Es más, ni nosotros mismos podemos deshacernos de esa peculiar forma de ser y a toda hora, en cada lugar, hace que se nos note el nopal, la najayotez.
Díganme, señores de la FIFA: ¿A poco el futbol sería lo mismo sin el apasionamiento y euforia de los aficionados? ¿Les gustaría que los asistentes a un estadio estén pasivos y no reaccionen ante una gambeta de Messi o ante un disparo de Ronaldiño?
¡Claro que no! Se les caería el negocio.
Son las emociones que despierta cualquier deporte, y más el futbol, lo que hace que las marcas que se anuncian sean compradas y puedan pagar los patrocinios y estratosféricos sueldos de los cracs.
No concibo yo que alguien vaya a un juego nacional o internacional y esté sentado nada más viendo, tomándose su chesco y mordiendo su hot dog.
Dejen a los mexicanos seguir con su grito eufórico. En otras latitudes, como Inglaterra, también tienen sus propias expresiones, igual en Estados Unidos y España.
Las pasiones se desbordan en los partidos de finales del futbol en todas las latitudes del planeta y algunos inchas hasta se agarran a madrazos para defender sus colores.
La palabreja en comento está presente en el bagaje de los mexicanos de todas las clases sociales, pero más en el caló de las clases medias y bajas.
(Por cierto, se asegura que a los homosexuales de clase alta se les dice «gay», pero a los jodidos se les llama «putos»).
Ni a nosotros ni a la Comisión Disciplinaria de la FIFA, pues, nos debe extrañar el uso y abuso de tal expresión.
La palabra puto, según el diccionario Oxford de la Lengua Española, en su sentido despectivo, significa «persona del sexo masculino que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero», pero tomado como un simple adjetivo, «indica que lo que viene a continuación fastidia, resulta molesto, es complicado, desagradable o despreciable».
Si nos atenemos a su etimología, el término proviene del latín puttus y del italiano putti, cuyo significado es chico o muchachito, en relación con jóvenes que se prostituyen. También se considera que es una derivación de pueri, que significa niño. En Italia se llama putta o puttana a la mujer que ejerce la prostitución.
Si en los estadios de futbol se ha popularizado el grito de «¡Putoooo!», en realidad no se trata de una expresión homofóbica, como quieren hacerlo creer los de la FIFA, sino una manifestación de nuestra idiosincracia nacional. Una forma de desahogo. No le estamos diciendo al portero o al delantero del equipo rival que es homosexual, sino que pretendemos hacerle ver que nosotros somos superiores a ellos en el juego, lo que es completamente válido aquí y en China.
Además, es una palabra fácil de pronunciar y memorizar. Difícil sería que los aficionados mexicanos se pusieran de acuerdo, por ejemplo, para gritar en cada saque del portero rival: «¡Homosexuaaaaaal!», o «¡Gayyyyy!», o «¡Mariconnnnn!», ¿verdad que no?
Yo le reiteraría a los de la Comisión Disciplinaria de la FIFA que no la hagan de pedo y dejen que la raza se desahogue. A final de cuentas, quienes vivimos en México sabemos que es una más de las expresiones folclóricas de nuestra raza, y en cuanto a los extranjeros, ni siquiera creo que entiendan lo que significa.
Y mientras más insistan en poner multas a la Federación Mexicana, más gritarán los mexicanos, simplemente por rebeldía, porque les gusta ir siempre en contra de lo establecido.
Ahora que si alguien no quiere escuchar eso, pues que no vaya a los partidos de futbol o simplemente, que le apague la televisión.
Así de sencillo.
La frase estilo Pegaso dice: «Considero que a los altos ejecutivos de la Asociación Internacional de Futbol se les introduce el líquido incoloro, insípido e insaboro por alguna fisura de la pequeña embarcación accionada por remos). (Creo que a los de la FIFA se les hace agua la canoa).